Manuel Montoya Solá es un hombre de 31 años, una persona muy activa y con una gran responsabilidad social y cariño por la gente joven, proveniente de Sierra de las Cruces. Desde niño Manuel buscó el camino religioso y a los 17 años a ingresó al Seminario para iniciarse como sacerdote. Durante ese tiempo todo resultó muy bien: era un muy aplicado estudiante y luego de completar su preparación se hizo cargo de una pequeña parroquia de su ciudad, en donde su labor principal era trabajar con los jóvenes, ya que el decía que ellos eran la única fuerza capaz de cambiar las cosas.
Durante toda su vida siempre desplazó al amor pues su objetivo principal era entregar su vida al Señor, hasta que un dia este sueño se vio truncado por una joven de corta edad, una más de los muchos que seguían a Manuel... su vitalidad y juventud inocente, esa especie de madurez extraña que no corresponde a su edad y una inocente y provocativa belleza fue lo que lo atrajo. Sin embargo, luego de luchar contra este deseo, Manuel se enregó a sus pasiones lo provocó que su remordimiento no lo dejara en paz. Se torturo por muchos años, cada furtivo encuentro venia acompañado de heridas internas y externas con las que trataba de apaciguar por un momento su culpa.
El balcón de la proa del barco es donde Manuel ve a su amada por última vez, ya nada podrá cambiar su decisión. Sólo necesita olvidarse de su propia vida y comenzar una nueva dejando todo el pasado atrás, ir en busca de la nada, donde nadie lo conozca, donde nadie lo apunte con el dedo como el sacerdote que dejó al Señor por una mujer.